lunes, 14 de abril de 2014

Historias inacabadas.



Ese empeño en controlarlo todo. En hablarlo todo. En negociarlo todo. Buscar el momento perfecto cuando nunca es el momento... O eso pensaba.
'Las coincidencias alimentan el alma', y mi alma se sació al encontrar su mirada inesperada entre la multitud. Las voces que se dirigían a mí se perdieron junto a mi respiración y mis fuerzas flaquearon cuando vi que sus ojos no me quitaban la vista. No podía ni pensar. Me despertó un suave líquido y cuando me di cuenta me estaba tirando el mojito por encima. Recé a todos los dioses posibles para que no se diese cuenta pero ahí estaba, riéndose por mi torpeza, esa que tantas veces me dijo que le encantaba y que yo nunca creí. Palabras. Les di demasiada importancia y las ignoré más de lo permitido. Le sonreí tímidamente, como disculpándome, gesto que aún le hizo más gracia. Levanté el vaso discretamente ofreciéndole, intentando que nadie notase que no estaba en la conversación, y llevó la mirada hacia la barra, regalándome su media sonrisa. Le entendí perfectamente y sólo pude reaccionar bebiéndome mi vaso de un trago, mirando a mis amigos y diciéndoles: Uys, se me ha acabado la bebida, enseguida vengo. Cuando le encontré, me miraba divertido con otros dos mojitos esperando. Estaba nerviosa. Tantas conversaciones, tantas anécdotas juntos, tantos halagos... y seguía sin saber cómo saludarle. Caminé lentamente hasta él, y ahí me quedé: quieta, callada, mirándole. Tantas frases pensadas y dije todo lo que tenía que decir con una mirada. Él tampoco reaccionó. Y ahí estuvimos un rato, uno frente al otro, lo suficiente lejos para no desvanecer pero lo suficiente cerca como para notar nuestros pulsos acelerarse, mientras sonaba de fondo 'rock and roll queen' de 'The subways'. Cuanto más le miraba más increíble me parecía: sus ojos oscuros y penetrantes, su nariz pequeñita, su barba, su boca... esa boca que sonrió y cantó 'be my, be my, be my little rock and roll queen'. Me entró la risa nerviosa que siempre me viene en los momentos más inoportunos y, como no, se rió sólo él sabe si de mí o conmigo. Respiré hondo y, suavemente, di un paso hacia él. Me disponía a dar el segundo paso junto al segundo suspiro cuando me cortó el aire de golpe sentir sus ojos frente a los míos y su boca a un centímetro de mí. Saboreé el momento como nunca lo había hecho, nos sumergimos el uno en el otro, sin tocarnos, sintiendo cómo respirábamos la respiración del otro, un escalofrío recorrió mi cuerpo y creía que iba a estallar, deseaba lanzarme a su cuello, besarle hasta que se hiciese de día, pero algo me decía que si apartaba la vista de él desaparecería como la última vez. No pude soportarlo más, me acerqué a él y rocé tímidamente sus labios carnosos y secos. Me separé lo justo para poder comprobar si seguía ahí y, con una sonrisa, me besó como nunca imaginé que podía hacerlo. Todas las palabras que tanto ignoré reflejadas en un único beso. Todo lo que pensaba de él se esfumó de inmediato, ya no era ni un dios ni otro imbécil más. Ahora sólo eramos uno, nuestra historia con forma de sinceridad absoluta. Ya no quería separarme de él, quería que durase para siempre, sabía que en cuanto nos separásemos todo volvería a ser como antes: una historia inacabada con dirección a la nada.  
Y no me equivocaba.
Ahora sólo puedo pretender controlar mis sentimientos mientras hablo con él intentando negociar la búsqueda de otro momento perfecto cuando sabemos que nunca lo volverá a ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario