Nos hacemos mayores. Constantemente. Sin ningún tipo de
remedio ni tregua. Pero sólo lo recordamos cuando realmente nos damos cuenta de
que nuestra vida está cambiando, cuando notamos que de repente nada es como
antes y tienes que aceptar que ya no te llenan las mismas cosas, o que no
tienes los mismos recursos para ser feliz, o, simplemente, que no sabes si eres
feliz o cómo serlo. Cuando sientes vértigo por la rapidez a la que va el
tiempo, tan sutil e imperceptible, y temes que de la misma forma se pare. Te
das cuenta cuando, sin saber cómo ha pasado, crees que ya no eres tú y que has
cambiado por completo. En poco tiempo, eres una persona totalmente diferente
sin haber tenido opción alguna a elegir las cosas que ahora mismo
dirigen tu vida. Te das cuenta cuando te miras a un espejo, no te reconoces y no sabes exactamente por qué es: unos te dicen que has adelgazado,
otros te ven más feliz, otros que necesitas descansar... Pero
tú sabes que no es nada de eso, sólo has cambiado.
Pero siempre llega el momento, uno exacto, antes o después,
que te devuelve a la realidad. Vuelves a saber que siempre has sido tú. Con
otra vida, otro trabajo, otros pensamientos, otras inquietudes... Pero siempre
tú. Y de repente, eres feliz. Eres feliz cuando descubres que sigues teniendo
los mismos sueños, las mismas metas pero, sobretodo, los mismos miedos y las
mismas formas de cagarla. Te das cuenta de que, por mucho que pase el tiempo,
siempre vas a ser esa persona inmadura, infantil y egoísta que siempre fuiste y
que esperas seguir siendo, porque realmente lo único que te vale en estos momentos es ser
tú mismo y que te quieran tal como eres. Y reconocer los errores, seguir
cometiéndolos y seguir pidiendo perdón por las mismas tonterías, porque esas
tonterías son las que te mantienen vivo, las que te recuerdan todo lo que te ha
llevado hasta ahí y las que te hacen esforzarte por las personas que quieres.
Porque
lo más importante de todo es disfrutar cada etapa de la vida, pero viviéndola
como siempre lo hiciste: feliz.
Perdón y gracias por recordarme quién soy.