martes, 6 de agosto de 2013

Promesas en el tiempo.




Nunca imaginé que fuese importante. Es más, no esperaba que lo fuese. Pero me lo prometió, tuvo el error de prometerlo. En ese instante supe que quería tenerlo, que tenía que ser mío durante al menos unos segundos, unos segundos de conexión total, unos segundos de esa sinceridad sin repercusiones, de no importar nada en absoluto... tan sólo esa promesa. Esa promesa que sabíamos que llevaríamos a cabo y que yo hice nuestra. Y nos miramos sabiendo qué tenía que pasar, no hacia falta hablar, sólo recordar esas palabras, esas palabras que rondaban en nuestras cabezas desde hacía mucho tiempo, tiempo que jugaba a la contra pero que a la vez hablaba por cada uno de nosotros. Sabíamos que era el momento, al fin era el momento preciso en que nuestra promesa se tenía que cumplir. Ese aire susurrado, esa mirada entrecortada, esas caricias tímidas fueron el eco del tiempo hasta que el tiempo dejó de existir y nuestra mirada cómplice desnudaba el ambiente y la timidez se convirtió en deseo, en nuestro deseo, uno que hasta ahora sólo éramos capaz de imaginar. Nuestros cuerpos se perdieron el uno en el otro, como más tarde, sin saber exactamente por qué,  nos perderíamos nosotros convirtiendo nuestra promesa en nuestro recuerdo.